lunes, 6 de mayo de 2013

La Ética del Analista y principios de su formación


 ESTEBAN RUIZ MORENO

Psicoanalista. Foro de Psicoanálisis del Campo Lacaniano de Pasto (Colombia) - IF .


“Si hay una ética del psicoanálisis —la pregunta se formula—,
es en la medida en que de alguna manera,
por mínima que sea, el análisis aporta algo
que se plantea como medida de nuestra acción…”
Jacques Lacan, La ética del psicoanálisis

“En todo caso, el deseo del analista no puede dejarse fuera de nuestra pregunta,
por una razón muy sencilla: el problema de la formación del analista lo postula. 
Y el análisis didáctico no puede servir para otra cosa como
no sea llevarlo a ese punto que en mi álgebra designo como
el deseo del analista.”
Jacques Lacan, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis

Cabe hacernos una pregunta fundamental que soporta la praxis del psicoanálisis en la época actual y desde sus inicios, ¿qué es lo que autoriza al psicoanalista? ¿Qué es lo que le permite diferenciarse de la impostura en el campo del acto analítico frente a otros tipos de acto? ¿Qué implica ser analista?
El psicoanalista parte de la ética para autorizarse. No puede hacerlo desde otro lugar.
Primero, podemos empezar diciendo que el psicoanálisis se funda en una ética que se separa de la ética tradicional[1].
En este recorrido se abordarán dos campos fundamentales en lo tocante al campo de la ética, dos campos de reflexión obligatoria: el primero nos muestra qué es la ética en el psicoanálisis, –cómo se constituye y esboza su campo–, y la segunda instancia nos muestra cuál es la ética del psicoanalista, es decir, qué es lo que sirve de soporte para que un sujeto se pueda autorizar o no como analista. Por tal razón trataremos algunos conceptos trabajados por Jacques Lacan en 1959, en El seminario 7, La ética del psicoanálisis.
En primera instancia abordaremos el tema de la ética tradicional en su articulación con la problemática filosófica del “Bien” y con la radicalización de esta postura que es la del “Bien Supremo”.
El tema de la ética ha sido fundamental desde tiempos antiguos, desde la sabia Grecia con sus muchos hijos: Sócrates, Platón, Aristóteles y las escuelas: estoica, epicureísta y hedonista, entre muchas otras. Pasando por Santo Tomás, Kant, Sade en tiempos no tan remotos. Lacan va a interrogar a esta rama de la filosofía para saber si es posible fundar una ética del psicoanálisis desde ahí; esto es, poder encontrar en los postulados de la ética tradicional un soporte, una base, un sustento que permita articular a partir de estos postulados una ética para el psicoanálisis y una ética para el analista.
Lo crucial, lo que no se nos puede escapar a esta reflexión consiste en que la ética intenta formular un juicio sobre la acción. Pero el problema fundamental, –el que introduce el descubrimiento del inconsciente con Freud y los posteriores desarrollos por parte de Lacan–, consiste en descubrir que el campo de la ética se encuentra desfasado con respecto al sujeto en tanto una ética posible para el psicoanálisis. El nombre de este desfase, hiancia, fractura, es deseo. La ética concierne los actos humanos ignorando la existencia y la incidencia irreductible del deseo y su dialéctica. La cuestión consiste en preguntarse ¿por qué?
Tomemos punto por punto:
En primer lugar, Lacan, en El Seminario 7[2] sostiene que la ética tradicional se postula como la búsqueda de un bien; esto es, entre los diferentes bienes de la vida a los cuales el sujeto aspira, –aquí evoca la idea de una lucha constante entre estos bienes–, existe el Bien Supremo y este Bien específico es al que hay que aspirar por encima de todos los demás. Entonces, ¿de qué Bien hablamos aquí? El Bien podría ser un objeto tangible o inmaterial y tendría la característica de permitir la realización del hombre, esto es lo que lo hace tan importante para la tradición ética. Las personas deben aspirar al Bien, ese Bien que deviene supremo cuando permite la realización del hombre en el sentido estricto de una plenitud. Hay aquí una cuestión del Bien que corresponde a un Bien Ideal, a algo que lleve a la plenitud, un estado de plenitud del ser.
Si tenemos en cuenta este desfase llamado deseo que introduce Freud, encontraremos lo subversivo que puede resultar en cuanto a una ética tradicional. Lo diré en los siguientes términos: uno de los fines del psicoanálisis en la cura –en contraposición a la cura que también se decía a sí misma analítica y que pretendía el fin de análisis como una identificación con un ideal, el ideal del analista–, va en contra de la búsqueda de algún tipo de Bien, sea cual fuera éste, pues esto ocasiona un obstáculo en la vía del deseo, en la senda de lo que más tarde se constituirá como una posible ética del psicoanálisis.
En segunda instancia, podemos considerar exactamente que la búsqueda de este Bien particular está guiada por el placer. Lacan lo dirá de este modo: “…las cosas florecen, del modo más claro, en las vías de una problemática esencialmente hedonista.[3] La lectura de ciertos filósofos[4], le muestra la búsqueda de ese Bien a través de una vía hedonista, una vía regida por el placer. El placer es el límite que tendría toda búsqueda al encontrar su fin, a saber, ese Bien único. Sin embargo, el placer se ve confrontado y problematizado por la concepción de placer que introduce Lacan en su articulación con el dolor como su extensión. ¿Cómo dilucidarlo? El placer tiene una doble concepción, presenta un doble cariz: se vive hasta un límite como placer, como descarga, como distención, como la reducción de la tensión[5], –si es que queremos indagar en la excavación freudiana concretamente–, pero cuando se atraviesa ese punto límite, tenemos que el placer se experimenta como dolor, eso es lo que el psicoanálisis llama goce. De este modo, el placer no solamente sería una satisfacción posible, deseable y buena para el sujeto desde el punto de vista del disfrute, el goce vendría a cuestionar cualquier estatuto de búsqueda del Bien a partir de una vía hedonista, de cualquier vía direccionada por el placer.
En tercer lugar, Lacan problematiza lo que denomina la moral del poder, una moral al servicio de los bienes. En esta ética –también así denominada– del poder encontramos la reflexión de Lacan en cuanto a la confrontación de la búsqueda del bien frente a la realización del deseo en el campo de la ética tradicional. La repuesta de Lacan es: “en cuanto a los deseos, pueden ustedes esperar sentados. Que esperen.[6]; respuesta que Lacan evoca en el contexto de la segunda guerra mundial y la entrada de Hitler en París con sus ejércitos. De modo que en la moral del poder, el deseo es puesto en espera, insatisfecho como siempre, pero al punto de un borramiento en dicho tiempo de espera, en ese intervalo insalvable. Además, esta moral del poder claramente es una moral del control sobre los sujetos. Podemos apreciar que es aquí donde se hace un corte radical con la tradición filosófica, como cuando decimos comúnmente: “es la gota que rebosa la copa”.
Lacan, después de esta ardua interrogación al campo de la ética instituida desde la filosofía en tanto que ética tradicional, entiéndase: Sócrates, Platón, Aristóteles, Kant, entre algunos otros. En este corte radical del que hablaba, decide fundar el campo de una ética posible para el psicoanálisis y que subvierte, como dijimos antes, la ética precedente.
¿Cuál sería una ética posible para el psicoanálisis? Lacan funda entonces en una pregunta de insondable fecundidad: “¿Ha usted actuado en conformidad con el deseo que lo habita?[7].
El alcance de esta fórmula constituye la posibilidad de introducir el deseo en el campo de la acción, un campo olvidado completamente por la ética tradicional. La ética del psicoanálisis no puede referirse a la búsqueda del ideal del Bien, a la organización de los bienes, a su regulación, a sus intercambios, a decidir cuál es mejor, cuál es supremo; mucho menos a la búsqueda de ese Bien a través del placer. La ética del psicoanálisis se remite a la experiencia del sujeto y se inscribe en la estricta relación entre acto y deseo; apunta a interrogar al sujeto por el deseo en los actos que este realiza, en las acciones de la vida cotidiana, esto es lo que Freud argumentó con su ingenio...
Posteriormente Lacan dará un giro de tuerca a la cuestión. Pasará de ese primer ¿has actuado conforme con el deseo que te habita?, a un segundo estatuto. En torno a esto, dará un paso adelante con respecto a la ética del psicoanálisis porque, como dice en El Seminario XX: Aun, podía decir algo más al respecto[8]. En Radiofonía y Televisión[9], en el año de 1973, pasa de la pregunta sobre el deseo a postular que la ética del psicoanálisis es una ética del Bien–decir, en el cual sitúa el reconocimiento del sujeto en la estructura, la forma en la cual un sujeto se reconoce en el inconsciente. El sujeto actúa regido por el deseo que lo habita, puesto que el deseo, –propuesto en el sentido estrictamente psicoanalítico del término–, está siempre ahí, está siempre en el acto del hombre. Lacan no para ahí, es necesario dar un paso más allá porque el giro de la ética del psicoanálisis consiste en un Bien–decir articulado al dispositivo analítico, el Bien–decir puede lograrse en un análisis. No rompe con su trabajo en El Seminario 7, lo sitúa más exactamente, puesto que el Bien–decir es un acto en sí mismo. Entonces, el Bien–decir corresponde al deseo, en tanto que el sujeto debe hacerse responsable por él; hay un cambio que va de saber si ha actuado en conformidad con él o no al reconocimiento en la estructura…
Es esto lo que permite tomar el concepto de ética para imprimirlo a los dos vértices del dispositivo analítico: analista y analizante, el Bien-decir afecta al psicoanalista y al analizante. Esta ética toma obligatoriamente los dos lados del acto analítico, en tanto enseña que el analizante debe reconocerse en lo inconsciente a través de la asociación libre, y tal como siempre lo expresaba Freud: sin ocultar nada por más descabellado o penoso que sea; desde el lado del analista se presenta en el campo de la interpretación, en el campo de la dirección de la cura, una cura que no responda a una idealización del analista o a una relación analista–analizante que se complete con la fórmula: el analista como el buen objeto para el analizante. Es decir, las posturas de la IPA en torno a lo que sería una cura en el análisis.
El bien–decir es un acto que permite llegar a un final de análisis posible en lo tocante a la operación por la cual el sujeto modifica su posición con respecto al goce, esto es, el fin de análisis no consiste en disecar el inconsciente –algo a lo que no se llegará nunca–, tampoco consiste en que el sujeto deje de soñar, menos aún en la extinción del goce, de ninguna manera en que el sujeto deje de tener lapsus u olvidos, el fin de análisis consiste en una posición nueva con respecto al goce.
Ahora debemos pensar la relación posible del analista con el campo ético antes esbozado. El psicoanálisis se constituye como un acto, a saber: el acto analítico.
En cuanto al acto, Lacan dilucida su diferencia con respecto a la conducta, en el sentido de pensar que solo los sujetos se encuentran inmersos dentro del campo de la responsabilidad. Así articula lo que es ético con la capacidad del sujeto de responder por sus actos. Entonces, el estatuto de acto se funda en la responsabilidad que se presenta en el ser humano, único ser capaz de responder por lo que hace.
Por tal razón todo acto es ético…
Tomaremos la definición que proporciona Lacan en El seminario de la ética:La ética consiste esencialmente (…) en un juicio sobre nuestra acción….[10] ¿Qué significa esto? Que la ética, hablando en términos generales, consiste en los actos y éstos comprendidos siempre dentro del marco de la responsabilidad. Podemos ver claramente que Lacan sitúa ese campo ético en el corazón, en lo crucial del psicoanálisis: “…el psicoanálisis procede por un retorno a la acción. Esto por si sólo justifica que estemos en la dimensión moral. La hipótesis freudiana del inconsciente supone que la acción del hombre, ya sea ésta sana o enferma, normal o mórbida, tiene un sentido oculto al que se puede llegar[11]”. Por tanto, el psicoanálisis se comprende como un acto, puesto que está fundado dentro del lugar de la responsabilidad que entraña inevitablemente el campo de la ética, en esto consiste el hecho de que el psicoanálisis es un acto analítico y es, ante todo, un acto ético.
Entonces, ¿cómo pensar este acto analítico? ¿Cómo estructurar la relación que comprende al analista con respecto a la ética? ¿Qué condiciones mínimas debería tener alguien que se autoriza como analista? ¿Cuál es su soporte en su estatuto más básico?
Tanto en la obra de Freud y de Lacan se constituyen tres condiciones indispensables, sine qua non para que alguien pueda autorizarse como analista:
1°. Quien desee hacerse analista se encontrará primero en análisis.
2°. “No hay analista sin Escuela [12].
Expliquemos punto por punto con respecto a las condiciones fundamentales que requiere alguien que desee autorizarse como analista.
En primera instancia, en el año de 1912 en un compendio de textos denominados Trabajos sobre técnica psicoanalítica, en Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico, Freud es sumamente claro al enunciar la primera condición sine qua non: “para ello no basta que sea un hombre (el analista) más o menos normal; es lícito exigirle, más bien, que se haya sometido a una purificación psicoanalítica y tomando nota de sus propios complejos que pudieran perturbarlo para aprehender lo que el analizado le ofrece”[13]. Es importante poder situar el contexto del escrito, puesto que anteriormente Freud había propuesto que era a través del análisis de los propios sueños que alguien podría llegar a ser analista o no; esta posición es rectificada por Freud y se distancia totalmente de una posible apología del autoanálisis: antes que nada, el psicoanalista debe ser analizante primero. Por su parte, Colette Soler lo indica de la siguiente forma: “el psicoanalista se define en primera instancia, por el único rasgo de que acepta entrar en el dispositivo freudiano que por sí mismo determina lo que Lacan llama «el eje del procedimiento»[14].
Siempre surge la pregunta, ¿qué sucede si quien se autoriza como analista no se encuentra un psicoanálisis? Freud advierte en sus Consejos al médico: “quien como analista haya desdeñado la precaución del análisis propio, no sólo se verá castigado por su incapacidad para aprender de sus enfermos más allá de cierto límite, sino que también correrá un riesgo más serio, que puede llegar a convertirse en un peligro para otros…[15]. Este peligro para los otros es el falseamiento de la teoría psicoanalítica en una problemática imaginaria de la cual Lacan da cuenta desde el principio de su enseñanza. Por otra parte, el límite que contempla Freud no es otro que lo que se constituye como resistencia, –algo que suele ponerse del lado del analizante. Sin embargo, si leemos detenidamente el texto, esta resistencia no se ubica en el lugar del analizante, sino en el lugar del analista; límite –dice Freud–, que impone la resistencia. Lacan radicalizará este punto preciso con la siguiente fórmula: “Resistencia hay una sola: la resistencia del analista[16], en la cual demuestra, –dentro de todas las críticas que levantó, dentro de toda la amargura que causó–, que la resistencia, como Freud la pensaba, se presenta del lado del analista.
Es evidente que esta no es la única consecuencia que podría extraerse de esta situación. Juan Guillermo Uribe, citando a Freud, indica en su texto, ¿Desde dónde se escucha en el Cartel del Pase?, los riesgos que se toman al emprender un análisis con un psicoanalista que no estuviese en un análisis personal y las compara con el peligro de hacer radiografías sin la protección necesaria[17]. En fin… los riesgos son innumerables.
La segunda condición para autorizarse como psicoanalista la encontramos en Lacan en el contexto preciso de la fundación de su Escuela en el año de 1964[18]. Lacan funda su Escuela como el ámbito en el cual se sustenta una formación y garantía, además de constituirse como un dispositivo de control[19], a pesar de haber sostenido una crítica constante a las sociedades psicoanalíticas de su tiempo principalmente derivadas o asociadas a la Internacional de Psicoanálisis, IPA. Esto marca un punto que debemos resaltar, ¿por qué Lacan, al ser excluido de medio psicoanalítico de su tiempo por la “legitimidad freudiana”, quiso fundar una Escuela? Lacan lo dice así en el Acto de fundación: “Este título en mi intención representa el organismo en el que debe cumplirse un trabajo que, en el campo que Freud abrió, restaure el filo cortante de su verdad; que vuelva a llevar la praxis original que él instituyó con el nombre de psicoanálisis al deber que le corresponde en nuestro mundo que mediante una crítica asidua, denuncie sus desviaciones y sus compromisos que amortiguan su progreso al degradar su empleo (…) Este objetivo de trabajo es indisoluble de una formación a dispensar en este movimiento de reconquista[20].
Por tanto, y es algo ya sabido, fue el mismo Lacan quien fundó la Escuela como el espacio en el cual se forma un psicoanalista a través de los debates, el estudio de los textos, presentaciones de casos, publicaciones, presentaciones de pacientes y los controles. Esto permite concluir que un psicoanalista no puede encontrarse por fuera de una comunidad analítica en la cual pueda poner en el lazo social las cuestiones que atañen a dicha formación: en cuanto a lo teórico podemos indicar: la lectura e interpretación de los textos, los nuevos aportes que pudiera hacer al avance de la teoría, la puesta en juego ante los otros de su escritura y sus producciones[21] intelectuales, los debates que resulten de su interacción con los colegas, las intervenciones en los espacios generados por la Escuela o los Foros en cuanto a seminarios, encuentros, convenciones, así como el trabajo y funcionamiento de los distintos carteles; en la parte del dispositivo analítico podemos enunciar: la disciplina de los controles de casos con otros psicoanalistas, los espacios de presentaciones de casos, viñetas clínicas y presentaciones de pacientes, las cuestiones pertinentes al pase, a las nominaciones que provienen del Cartel del Pase. Dimensiones teórica y clínica que en psicoanálisis son inseparables por estar constituidas en la propuesta de Lacan en El seminario 11, Los 4 conceptos fundamentales del psicoanálisis como una praxis[22], una práctica discursiva que es enteramente una forma de conocimiento diferente de otra forma de conocimiento como la ciencia[23].
A propósito de la formación que implica al psicoanalista, cualquiera podría decir, basándose en conocida la sentencia de Lacan: “el analista no se autoriza más que por sí mismo [24], para desechar la importancia del análisis propio y de la Escuela como ámbito de la formación. Cabe resaltar que existen dos razones de enorme peso en las cuales el mismo Lacan muestra lo contrario: por una parte, en la Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela, dice: “Primero un principio: el psicoanalista no se autoriza sino a sí mismo. Este principio está inscrito en los textos originales de la Escuela y decide su posición (…) Esto no excluye que la Escuela garantice que un psicoanalista dependa de su formación[25]”; y completa esta sentencia en la clase del 9 de abril de 1974 en El seminario 21, Los incautos no yerran de la siguiente forma: por “y no sin los otros[26]”, refiriéndose a otros analistas. Lo anterior permite aseverar que Lacan en ningún momento dejó de lado la cuestión de la formación a la soledad del psicoanalista, y él mismo fue la prenda más clara de ello, puesto que al fundar la Escuela, deja de lado su soledad (“Yo fundo –sólo como lo he estado siempre en mi relación a la causa psicoanalítica– la Escuela francesa de Psicoanálisis…[27]”), para congregar a los analistas en torno a la Escuela: “… ¿acaso por eso me creí el único? No lo fui más desde el momento en que uno solo me seguía los pasos (…) No hay homosemia entre el único [le seul] y solo [seul][28]”.
Por tanto, el psicoanalista no está solo en ningún caso, debe pertenecer a alguna comunidad analítica cualquiera que sea ésta…
Estas son las razones que me han motivado a situar la problemática de la formación de los analistas, razones que surgen de los textos tanto de Freud como de Lacan y que podrían articularse a una ética específica. Del mismo modo, podemos decir que hemos dejado de lado algunos términos solidarios en relación al analista como resultado de la experiencia de su propio análisis, a la Escuela y la formación de la cual ella es garante, como son: el deseo del analista, final de análisis, el pase, el Cartel del Pase y las nominaciones que surgen a partir de él: los analistas[29] de la Escuela (A.M.E. y A.E.). Sin embargo, lo expuesto anteriormente permite entender las relaciones de la ética con el psicoanálisis y qué estatuto puede esperarse de dichas relaciones, en tanto posibiliten definir cuáles son las condiciones indispensables para que alguien pueda autorizarse como psicoanalista.

Bibliografía
FREUD, Sigmund. Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. Obras Completas, tomo XII. Buenos Aires. Amorrortu Editores. 1995.
-------------- Más allá del principio de placer. Obras Completas, tomo XVIII. Buenos Aires. Amorrortu Editores. 1995.
LACAN, Jacques. Acto de fundación. Otros escritos. Buenos Aires. Paidós. 2012.
----------- Discurso en la Escuela Freudiana de París. En Otros escritos. Buenos Aires. Paidós. 2012. p. 281.
----------- El Seminario, Libro II, El yo en la teoría de Freud. Buenos Aires. Ediciones Paidós. 1998.
----------- El Seminario, Libro VII, La ética del psicoanálisis. Buenos Aires. Ediciones Paidós. 1997.
----------- El Seminario, Libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires. Ediciones Paidós. 1994.
----------- El Seminario, Libro XX, Aun. Buenos Aires. Ediciones Paidós. 1981.
----------- Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela. En Otros escritos. Buenos Aires. Paidós. 2012.
----------- Psicoanálisis, Radiofonía y Televisión. Barcelona. Editorial Anagrama. 1993.
----------- Seminario, Libro XXI, Los desengañados se engañan o los nombres del padre. Sin establecer.
PALACIO, Luis Fernando. El psicoanálisis y su enseñanza. En El asunto del método en la investigación psicoanalítica. Medellín. Departamento de Psicoanálisis de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia. 2011.
SOLER, Colette. El psicoanalista y su institución. Recuperado de http://elpsicoanalistalector.blogspot.com/2013/01/colette-soler-el-psicoanalista-y-su.html el 27 de Marzo de 2013.
URIBE, Juan Guillermo. ¿Desde qué lugar se escucha en el Cartel del Pase? Recuperado de http://estebanruizmoreno.blogspot.com/2013/03/desde-que-lugar-se-escucha-en-el-cartel.html el 27 de marzo de 2013.



[1] LACAN, Jacques. El Seminario, Libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires. Ediciones Paidós. 1994.
[2] LACAN, Jacques. El Seminario, Libro VII, La ética del psicoanálisis. Buenos Aires. Ediciones Paidós. 1997.
[3] Ibíd.
[4] A saber, según el texto citado: Platón, Aristóteles, la escuela de los Epicúreos, la escuela de los Estoicos y Santo Tomás.
[5] FREUD, Sigmund. Más allá del principio de placer. Obras Completas, tomo XVIII. Buenos Aires. Amorrortu Editores. 1995.
[6] LACAN, Jacques. El Seminario, Libro VII, La ética del Psicoanálisis. Óp. Cit. p. 375.
[7] Ibíd. p. 373.
[8] LACAN, Jacques. El Seminario, Libro XX, Aun. Buenos Aires. Ediciones Paidós. 1981.
[9] LACAN, Jacques. Psicoanálisis, Radiofonía y Televisión. Barcelona. Editorial Anagrama. 1993.
[10] LACAN, Jacques. El Seminario, Libro VII, La ética del Psicoanálisis. Óp. Cit. p. 370.
[11] Ibíd. p. 371.
[12] URIBE, Juan Guillermo. ¿Desde qué lugar se escucha en el Cartel del Pase? Recuperado de http://estebanruizmoreno.blogspot.com/2013/03/desde-que-lugar-se-escucha-en-el-cartel.html el 27 de marzo de 2013.
[13] FREUD, Sigmund. Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. Obras Completas, tomo XII. Buenos Aires. Amorrortu Editores. 1995. p. 115.
[14] SOLER, Colette. El psicoanalista y su institución. Recuperado de http://elpsicoanalistalector.blogspot.com/2013/01/colette-soler-el-psicoanalista-y-su.html el 27 de Marzo de 2013.
[15] Ibíd. p. 116 – 117.
[16] LACAN, Jacques. El Seminario, Libro II, El yo en la teoría de Freud. Buenos Aires. Ediciones Paidós.
[17] URIBE, Juan Guillermo. Óp. Cit.
[18] LACAN, Jacques. Acto de fundación. Otros escritos. Buenos Aires. Paidós. 2012.
[19] URIBE, Juan Guillermo. Óp. Cit.
[20] LACAN, Jacques. Acto de fundación. Otros escritos. Buenos Aires. Paidós. 2012. p. 247.
[21] En ningún modo tomado en el sentido capitalista del término.
[22] LACAN, Jacques. El Seminario, Libro XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Óp. Cit.
[23] PALACIO, Luis Fernando. El psicoanálisis y su enseñanza. En El asunto del método en la investigación psicoanalítica. Medellín. Departamento de Psicoanálisis de la Facultar de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Antioquia. 2011.
[24] LACAN, Jacques. Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela. En Otros escritos. Buenos Aires. Paidós. 2012.
[25] LACAN, Jacques. Proposición del 9 de Octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela. Óp. Cit. p. 261.
[26] Ibíd.
[27]Je fonde —aussi seul que je l’ai toujours été dans ma relation à la cause psychanalytique— l’École française de Psychanalyse…”
[28] LACAN, Jacques. Discurso en la Escuela Freudiana de París. En Otros escritos. Buenos Aires. Paidós. 2012. p. 281.
[29] Que en ningún caso conforman una jerarquía.